
El Hogar clínica San Juan de Dios es una de esas instituciones que inspira amor, es de esos lugares a los que deseas ir con toda tu alma pero que por momento deseas también con intensidad no llegar.
El hogar San Juan de Dios ha cautivado por su popular teletón pero ha sido olvidada en otros aspectos que sin duda son mucho más humanitarios, aspectos que en el día a día se van forjando como únicos en el mundo.
En la Avenida Nicolás Arriola 3250 en el distrito de San Luis se encuentra el Hogar clínica San Juan de Dios, ahí yace imponente y estático, a simple vista sin nada que contar pero si nos detenemos a observar podemos encontrar.
Sus instalaciones tienen pasillos que se hacen interminables, en el ambiente hay olores que se entremezclan, olores a medicina y pan horneado, las voces de los niños retumban en las paredes, no podemos verlos pero sabemos que están ahí hasta que una amable voluntaria llamada NORA nos recibe. No es muy alta pero lo que le falta en altura le sobra en amabilidad, de pronto y sin darnos cuenta estamos acercándonos a las habitaciones, NORA nos está guiando por el hogar-clínica.
En el camino las madres cargan a sus niños en espera de atención, otras están durmiendo sobre las sillas de espera, niños juegan como si de palomas revoloteando se tratara.
Al final del pasillo, antes de ingresar a una sala amarilla un niño de apenas siete años llora desconsoladamente, deben colocarle una inyección y el pequeño se rehúsa, llora con fuerza, desesperación, está desconsolado, el agua de sus ojos se resbala por su rostro, está rojo del esfuerzo que hace, sus manos tiemblan, se pega a una esquina, parece un cachorro indefenso, hasta que llega uno de los hermanos de la congregación lo abraza y le dice que no lo dejará solo, el niño, entre los brazos del hermano vuelve a la calma.
Más adelante hay otros ambientes como una sala de hidromasajes, especializada para rehabilitar a los cientos de personas que llegan diariamente a este centro. Casi al final ,un área verde dibuja sonrisas en los niños que juegan trepándose a los arboles y arrancando el césped, son niños ,no hay duda.
Nos habían dicho que sería un paseo corto, pues había muchas actividades programadas y nos darían un poquito de tiempo para cada una, debíamos volver a la sala principal para continuar la labor. En el camino de regreso los recuerdos vuelven, los olores al ingresas, las madres y sus miradas de acertijo que solo podemos entender con el corazón, el llanto de aquel pequeño consolado por el hermano de la congregación, todo, todo eso vuelve a la mente y cerca a la puerta nos preguntamos: ¿No vale la pena luchar por todo esto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario